martes, 20 de diciembre de 2011 | By: El Animador Imaginario

Relatos de Terror (I)

El primer día de vacaciones, Alberto tenía pensado pasar la noche en un motel de carretera que le recomendó un amigo suyo. Ello se debe a que el lugar de vacaciones hacia donde se dirigía estaba muy lejos. Al llegar al motel el recepcionista, un tipo muy extraño, le preguntó.

-Buenos noches, ¿Qué desea el señor?

-Una habitación –Dijo Alberto-

El recepcionista le pidió por adelantado el dinero, con el intercambio se despidió de aquel hombre tan raro. A decir verdad, la cara de éste le recordaba a una descripción que le hicieron, pero no le hizo caso alguno, estaba muy cansado para esas tonterías.

Alberto decía: La habitación del motel no esta nada mal, sin duda Jaime tenía razón, es un buen lugar para descansar. En primer lugar, Alberto dejó la maleta al lado de la cama, a continuación, fue hacia la ventana y al ver la zona de aparcamiento estaba vacía exceptuando su coche y otro más, no daba crédito como un motel como ese estaba vació. El día para él terminó cuando se acostó en la cama.

Unos extraños ruidos le despertaron al poco de cerrar los ojos, se levantó del plácido sueño y fue a la ventana, ya no estaban los coches, al observar esto salió corriendo para ver que había ocurrido, precisamente por eso fue a hablar con el recepcionista a ver si él sabía algo, pero allí no había nadie, era como si todo el mundo hubiese desaparecido. Fue corriendo de un lado a otro, con el móvil en la mano, con esto lo único que consiguió fue ponerse más desesperado, parecía que su móvil estuviese estropeado, y los demás teléfonos también parecían estropeados.

No entendía nada de lo que sucedía, parecía una broma pesada, se encontraba solo o eso creía.
Al volver a su habitación para recoger el maletín e ir a buscar algún rastro de vida, vio como alguien corría hacia la carretera, aquella sombra fue golpeada por otra sombra nada más pisar la calle. Alberto corrió para auxiliarlo, mientras llegaba, la forma de la sombra tomó su cara, era él mismo, no entendía nada, se estaba volviendo loco, se preguntaba una y otra vez.

Mientras corría hacia su habitación para coger el maletín, observó como una sombra salía de ella con su maletín. Gritó asustado.

-¿Quién eres?, ¿Qué haces con eso?

No obtuvo respuesta, sino otro encuentro con él mismo, empezaba a sentir un descontrol en su cuerpo y comenzó a gritar al cielo teñido de un oscuro radiante por la luz de la luna.

-Qué es esto, os estáis quedando conmigo, qué clase de juego es esté.

Lejos de no escuchar nada, se inició una voz grave que le hablaba, para su sorpresa, esa voz era la suya que le replicaba.

-Ves a tu habitación y obsérvate.

De un lado se veía sólo y asustado, y de otro necesitaba encontrar alguna explicación de esa situación. Al llegar a la habitación empezó a buscar cosas, encontró el maletín, le era imposible entender lo que sucedía. Entró en el baño se lavo la cara y al mirar el espejo no encontró nada, no había reflejo, con los ojos llorosos y la voz entre cortada susurraba.

-Qué es esto, por qué a mí, qué he hecho para merecerme esto.

Y otra vez se escuchó la voz.

-No seas estúpido, recuerda.

Al acabar de escuchar su voz, corrió desesperado hacia la carretera, fuera de la habitación al llegar a ella, sintió un fuerte golpe, al componerse del golpe fue a la habitación a coger el maletín, salió disparado, al pisar la carretera miró hacia el motel y vio como alguien estaba arrodillado en el suelo.

Aunque la hora de su reloj marcaba las ocho de la mañana, la luna continuaba reinando el cielo. Hasta el momento habían pasado cuatro horas angustiosas sin saber el por qué de esa situación, al mismo tiempo fue empujado por algo hacia el bosque, el maletín empezó a elevarse por los aires hasta perderse a la vista de éste. Debido al empujón encontró una casa, las luces estaban enchufadas, Alberto corrió y corrió pero parecía que la casa siempre estuviese en el horizonte, la situación se le volvió insoportable, al sentarse en un tronco la casa apareció en sus narices, la puerta estaba entre abierta, habían unas personas dentro, efectivamente no estaba solo, no se escuchaba su voz sino la de una mujer y un hombre fuertemente discutiendo, una vez abierta la puerta, aquel hombre era él mismo y el habitante de la casa le preguntó.

-¿Qué haces aquí? –Con una voz furiosa-

A lo que contestó.

-Dímelo tú.

Las dos personas de la casa señalaron el espejo.

Mientras iba hacia el espejo, éstas le decían.

-Recuerda, recuerda…

Delante del espejo, vio su reflejo y éste empezó a hablar.

-Entra y despierta.

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